Exfuncionario de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OACNUDH), sobreviviente del atentado contra la ONU en Bagdad en 2003
¿Cómo le afectó el atentado en el Hotel Canal al ser un trabajador humanitario?
Llegué a Suiza en 1993 como refugiado iraquí y me uní a OACNUDH en 1998. Siempre deseé ser parte del primer grupo que despliegue a Irak con el fin de ayudar a restaurar la estabilidad y seguridad del país, apoyar a su gente a reconstruir la infraestructura y proporcionar los requerimientos indispensables de necesidades básicas, derechos humanos y justicia después de más de 30 años de un régimen dictatorial, guerras, embargo económico y el colapso de los sistemas político, financiero, de salud y educativo.
En 2003, formé parte del grupo que acompañaba al Representante Especial del Secretario General para Irak, Sergio de Mello, para unirme a muchos trabajadores de otras organizaciones internacionales, y al personal local más maravilloso, informado y servicial.
Si bien la presencia de la misión no superó los dos meses y medio, se logró ganar la confianza de los iraquíes, y las puertas quedaron abiertas para consejos, necesidades y asistencia. Por lo tanto, el bombardeo de la sede fue una demolición de todo este esfuerzo, de la esperanza por un mejor mañana para Irak y sus ciudadanos. No puedo describir el dolor y la angustia que sentí tras el derrumbe de todo este noble esfuerzo, esperanza, entusiasmo y trabajo que representan las Naciones Unidas y sus empleados.
La pérdida de 22 colegas y amigos y las heridas sufridas por más de 180 trabajadores internacionales y locales, quienes creían en los principios de su organización y trataban de ayudar a la gente, no fue fácil de comprender. Salí de Irak con el corazón lleno de dolor por un país en el que no pudimos cumplir nuestra noble misión y por los amigos que perdimos injustamente.
Veinte años después, ¿qué significa el atentado para usted y su trabajo?
El ataque pudo haber cambiado mi opinión personal y mi filosofía de vida, pero no cambió mi creencia en la acción humanitaria y la necesidad e importancia del trabajo de nuestra organización en todos los campos. Al contrario, la necesidad del trabajo y la presencia de las Naciones Unidas hoy es más urgente que nunca, especialmente cuando vemos todos los desastres mundiales y las tragedias a nivel humanitario, económico, de salud, educativo y de derechos humanos.
A nivel personal, le di más importancia a los lazos familiares y sentí la necesidad de criar a mis hijos de una manera que los haga fuertes y capaces de valerse por sí mismos sin importar lo que enfrenten en la vida. Me esfuerzo más en sembrar en sus almas los principios de amor, tolerancia, justiciar e igualdad.
¿Qué transmite el ataque y la respuesta de la ONU al mundo de hoy?
El ataque fue un mensaje claro de que las Naciones Unidas tiene muchos enemigos al igual que partidarios. Y a pesar de nuestra amarga experiencia, nuestra organización tiene que revisar sus políticas, reglas y directivas para brindar un nivel más razonable de protección humanitaria y apoyo a su personal que aún está presente y trabajando en zonas de peligro en todo el mundo.
Además, esta experiencia es un recordatorio para animar a los Estados Miembros a cooperar y apoyar el trabajo de las Naciones Unidas por un mundo mejor y más justo.